Punkarras, B-boys, metaleros o rastas se han reunido otro año más en Villarobledo, en torno a su paisaje, su relieve y su caprichosa primavera. Esa que te regala unos días calurosos, plácidos y lozanos, en vísperas de la llegada del verano; o por el contrario te cala, te empapa humedeciéndote las sienes y los huesos. Pero si remamos en torno a la música y en la misma dirección, hace que sea un mero contratiempo. Así ha sido. Está claro que es una putada ir al Viña para que te pongas chorreando, pero a todos los asistentes se la trae al pairo. Una feria de pueblo es más conflictiva que un Viña cargado de contratiempos por el agua. Chapó por el público, pues con paciencia, generosidad y compañerismo han sabido torear las tormentas que se han desatado en Villarobledo, a excepción del domingo.
“La Lluvia” de la Mala es más poderosa en el escenario Cabo del Plata que cualquier nubarrón. Entrar en calor es fácil si te metes en los pogos de Kaos Urbano en el “Poliakov“. “El Círculo” del señor Ibarra arropa a un público exhausto antes que cualquier chubasquero. La paleta de colores del Che Sudaka, borra el gris del cielo. Y la alegría de “Amparanoia” te hace cantar bajo la lluvia. Salvo que seas un reptiliano de la tribu del Foyone, pues las escamas son impermeables. Caso aparte S.A, que hicieron gala de su dureza extrema con un cielo raso.
También cabe destacar que las cifras hablan por sí solas, a lo largo de la semana han pasado más de 200.000 espectadores. Está claro que es muy fácil engancharse al Viña si hace bueno, pero este año será de los que dejará huella en todos los asistentes. Y me atrevo a decir que ha sido la tormenta perfecta. Es difícil el trabajo de los técnicos, staff, camareros y seguridad con unas condiciones climáticas tan adversas, pero los asistentes han sido tan sumamente generosos que la comunión ha sido otro año más excelente.
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